El mejor vestido para mi cuerpo
es tu cuerpo desnudo.
el mejor vestido para tu cuerpo
es mi cuerpo desnudo.
Vestido así,
no tengo ganas de desnudarme
nunca.
El mejor vestido para mi cuerpo
es tu cuerpo desnudo.
el mejor vestido para tu cuerpo
es mi cuerpo desnudo.
Vestido así,
no tengo ganas de desnudarme
nunca.
“De ti me fío, redondo
seguro azar”
Pedro Salinas
Te encontraré
postrada tras una revuelta del otoño
-estandartes de sol helado,
barricadas de hojas secas-
o no te encontraré.
Te encontraré
desnuda frente al mar en el rellano
de una escalera oscura
-y no me atreveré a rozar tu cuerpo-
o no te encontraré.
Te encontraré
sucia de soledad o de heroísmo,
acribillada de pájaros sin vuelo,
inmensa e íntima cual cielo sin heridas.
Te encontraré.
No eres
posible,
no es posible
que todo el calor del mundo
haya cobrado la forma de tu cuerpo
tendido e irradiante junto al mío,
no es posible tu cuello
girando sobre la almohada lentamente
como fanal de dicha,
tanta fructificación no es
posible, tan alta primavera
desbordando tus pechos y tus manos
hasta inundar todas las alcobas de mi vida,
no es posible el latido de tu sueño
cuando convoca
paisajes como caricias, dédalos susurrados
de fraternidad y auxilio y maravilla,
no es posible la paz de tu vientre rubio
si te busco debajo de las sábanas.
Desnuda no eres posible. Junto a mí, no es posible.
Eres lo más real y no es posible.
1
Hemos venido para festejar.
La fiesta de dos cuerpos y una sombra.
Dos cuerpos desgarrados por raíces
y la savia amarga de tu vulva dulce
bautiza mi traición.
2
Tu voz está aquí, pero tú no estás aquí.
Están tus ojos, pero tú no estás.
Tu cuerpo está, tú no.
Como un árbol arrancado,
como una oreja arrancada,
como un barquito tallado en corteza de pino
que se pierde en el arroyo de la infancia.
3
Increíble azar
de una moneda no trucada
que cayese sobre la misma cara siempre
pero vivir es eso.
Inspiración crear un código
y expiración quebrarlo. No sigas arrojando esa moneda.
Anochece a las cuatro de la tarde
el cielo desmiente a todos los espejos
y sé que te he perdido.
Ausencia
exactamente con tus ojos.
Ausencia diestra
como la miel de tus manos.
Ausencia dulce cual si tus tobillos
me acariciasen debajo de la mesa.
Ausencia
pletórica de ti,
desgarrada, estremecida de ti.
Ausencia indistinguible de tu realidad.
Si te queda la mitad del desconsuelo
la décima parte
la milésima parte del desconsuelo
eres inviolable.
(Vulnerable, inviolable).
Si la algarroba te confía
un ángulo de dulzura en la boca
y conservas todavía en las palmas de las manos
el seco calor tan leve de tus muertos
seguramente eres tan vulnerable
como inviolable
y yo casi lo mismo por saber que tú existes.
1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).
No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de cristal
echando la vida al vuelo.
Más adelante se aprende, poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la enorme
distancia que separa un cuerpo de otro
cómo a veces se salva en un instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un infinito.
Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente ocurre
con los poemas de amor.
2
He regresado a casa llevándote en los labios
asediado en mi gozo por tus dedos de nata
He regresado a casa con tu calma en los brazos
atropellándome algo en las lindes del pecho
Herido por la lluvia he regresado a casa
he perdido mi sangre y he ganado la tuya
He regresado a casa con acrobacia fácil
atónito del largo azar de tu caricia
He regresado a casa con tu cuerpo en los dedos
me he cortado los brazos y tu cuerpo persiste
afirmando en el tacto su trabazón de dicha
Qué dulce riesgo ser ladrón de tu cintura
He regresado a casa en este país cálcico
donde en los huesos crecen delgadas llamas negras
He regresado a casa y me he echado en la cama
con un alba asesina que me roba los párpados
He regresado a casa sin regresar ausente
y hasta el oxígeno dice la magia de tu risa
He regresado a casa desnudo por el aire
Es más frágil el pecho que el hálito que alberga
He nacido esta noche del collar de tu abrazo.
1
En ellos uno escoge
casi arbitrariamente un objeto
cálido, apetecible, curvilíneo
para fantasear sobre él
(a veces
ni siquiera es preciso el objeto:
impenetrables los caminos de Narciso).
No se habla del otro: se habla
de la propia ansia
del propio miedo
del propio dolor.
Autoindulgente campanero de cristal
echando la vida al vuelo.
Más adelante se aprende, poco a poco
a menudo con crujir de dientes
y gustosas angustias
y estrujones de corazón, la enorme
distancia que separa un cuerpo de otro
cómo a veces se salva en un instante
cuán radicalmente
es cada ser humano un infinito.
Se llega a estar ante el otro
como ante una patria remota.
Dicho sea de paso
lo antedicho no solamente ocurre
con los poemas de amor.
2
He regresado a casa llevándote en los labios
asediado en mi gozo por tus dedos de nata
He regresado a casa con tu calma en los brazos
atropellándome algo en las lindes del pecho
Herido por la lluvia he regresado a casa
he perdido mi sangre y he ganado la tuya
He regresado a casa con acrobacia fácil
atónito del largo azar de tu caricia
He regresado a casa con tu cuerpo en los dedos
me he cortado los brazos y tu cuerpo persiste
afirmando en el tacto su trabazón de dicha
Qué dulce riesgo ser ladrón de tu cintura
He regresado a casa en este país cálcico
donde en los huesos crecen delgadas llamas negras
He regresado a casa y me he echado en la cama
con un alba asesina que me roba los párpados
He regresado a casa sin regresar ausente
y hasta el oxígeno dice la magia de tu risa
He regresado a casa desnudo por el aire
Es más frágil el pecho que el hálito que alberga
He nacido esta noche del collar de tu abrazo.